el que no busca no encuentra...

sábado, 29 de noviembre de 2008

Abismada

Normalmente no me permito caer, pero he sobrepasado mi límite, y caí. Reventé. Hay momentos en los que tiraría la toalla lo más lejos que pudiera alcanzar mi fuerza. No doy para más, no soy una máquina, mi cuerpecito me pide a gritos una tregua. Y es aquí cuando entra en juego la motivación. Mi motivación. Saber que mi recompensa está cada vez más cerca. Aquel impulso que responde a aquel estímulo es lo único que me da aliento cuando me quedo sin él, el que me empuja por las mañanas y me saca a patadas de la cama. Cada día una rutina marcada, unos horarios establecidos, sin tiempo ni para respirar, y cuando acabo mi jornada soy una muerta en vida, que quiere pero no puede, seguir el ritmo que desearía. Si no fuera por el par de pastillas con vitaminas a saco que me enchufo cada mañana, no llegaría decente ni a la mitad del día (por cierto, las recomiendo).

Por otra parte, mi corazón sigue hecho un manojo de nudos, entresijados y muy difícil de deshacer. No sé, ahora sólo me dedico a esperar, soy espectadora de mi espectáculo. Sé que no es la opción más valiente, de hecho es bastante cobarde, pero no tengo tiempo ni para pararme a pensar en mi vida sentimental ya que puede esperar ahí que no se moverá. Ahora mismo estamos en "stand-by", seguimos el curso de una línea horizontal, bastante recta sin ninguna bifurcación que despierte una chispa de novedad e ilusión, simplemente estamos ahí. Sin embargo, mi mente sigue en otro punto de la península, devorándose a ella misma, y con un miedo al no saber que hacer a partir de ahora sin que nadie salga perjudicado (incluyéndome a mi, que normalmente acabo jodida haga lo que haga), lo que más me duele de todo esto es que pueda llegar a pensar que me he olvidado de él, porque llevar ese vestido es uno de los momentos que espero con más ansias (y no es el de boda).